14 octubre 2010

Diario de un frustrado suicida, volumen V (e)


Su respiración era cada vez mas entrecortada por el esfuerzo, pero tenia que seguir, era un camino largo pero que lo llevaría a su destino. Durante todo el tramo pensaba mil cosas, sus frustrados intentos anteriores, lo que salio mal, se cuestionaba las razones, o si todo aquello serian señales que le llegaban queriéndole decir algo y el sin poder interpretarlas – Jamás fui bueno como interprete – pensaba en un momento aciago, mientras se tomaba un respiro para después continuar con su apurada tarea. Se preguntaba si de nuevo, lo largo de aquel camino no resultaría de nuevo contraproducente para su propósito, pues se daba cuenta que con tanto tiempo se ponía meditabundo, mientras seguían pasando escenas de su vida, esta vez con mas detenimiento: su primera escuela, su primer auto, su hogar, sus cambios de casa, sus cambios de todo, los errores cometidos, los irreversibles, los que el tiempo fue enterrando. Las heridas iban saliendo de nuevo a la superficie y el aire pareciera hacerlas doler todavía mas, ¿o seria eso lo que el deseaba sentir?
Por fin llegaba al umbral de aquella puerta de servicio, de un golpe la abría, caminaba unos cuantos pasos mas y solo sentía esa brisa fuerte, fresca, irónicamente revitalizante, de una tarde nublada. Por más que el camino hubiera sido largo, no hubo nada cursi esta vez en su película de vida instantánea. Dio un par de pasos mas en escalada, planto sus pies en una orilla de ladrillo marrón decorativo, tomo un gran respiro, abrió sus alas rotas y lanzándose al vació, voló, por primera y ultima vez hacia su tan ansiada libertad, esta vez sin frustraciones, desde aquella orilla de aquel edificio de veinte pisos…